miércoles, 15 de abril de 2015

Manizales y su Centro Histórico: territorio de nadie.

Primera parte *

Foto Jorge Hurtado



Desde hace unos años el centro de la ciudad que hizo las ferias en América es una región dónde los vendedores de baratijas, de sexo y droga conviven con empresarios, la Iglesia Católica, el sector bancario y las Administraciones Municipal y Departamental, convirtiendo sus calles en un territorio donde todo es posible. 



Es agosto, el mes más difícil para los vendedores en Manizales. Los vientos y los colores de las cometas llegaron. Se ven colgadas en un almacén donde un delgadísimo joven, de escasos diecinueve años y una voz impostada -que trata de imitar a un locutor de emisora tropical-, grita todo a cinco mil, todo a cinco mil, venga dama, caballero y pase encontrará ropa, juguetes, utensilios de cocina… ¡paseee!. Bajo la voz de un voceador de esquina empieza el centro de Manizales en la Carrera veintitrés con Calle dieciocho Son apenas las nueve y treinta de una mañana fría que presagia lluvias. El recorrido me llevará a atravesar el centro histórico de la ciudad que a los ojos de los entendidos, historiadores y sociólogos, se está apagando como un viejo imperio.

No hace mucho, apenas medio siglo, el Centro de la ciudad era una calle real revestida de prestigio, en sus casas republicanas habitaban las familias de los altos apellidos fundacionales, las de exitosos comerciantes, los gobernantes de turno. Por sus esquinas asomaban los prohombres de la ciudad y departían en clubes y restaurantes hechos a su medida. Hoy esto es un grato recuerdo que se envejece en los álbumes de las abuelas. La ciudad administrativa, comerciante, judicial y bancaria se empieza a trasladar hacia el suroriente y estas céntricas calles se convierten poco a poco en rutas del comercio informal, en el camino de cientos de desempleados que buscan su oportunidad, en lugares de encuentro para traficar con sexo y drogas.