martes, 17 de febrero de 2015

Soy un lector prehistórico


     No voy a escribir una apología sobre mis hábitos lectores, no se trata de escribir sobre si soy o no un lector de numerosos libros que ayuda a aumentar los promedios de lectura del país. 

Diré que anteriormente me he declarado un lector lento, uno de esos que lee por el mero placer de adentrarse en libros de literatura, de investigación, de historia sin ningún afán distinto al de acceder al conocimiento.

Pero hoy, después de la lectura del artículo “Más información, menos conocimiento” del siempre sorprendente Mario Vargas Llosa, quiero declararme también un lector prehistórico. Y lo hago por gusto.

Porque siguiendo el artículo del Premio Nobel que publicó en su columna Piedra de Toque en El País de España, termino siendo ese tipo de lector que busca en sus lecturas de Homero, Walt Whitman, León Felipe o de García Márquez poner toda su atención, su reflexión y su paciencia al servicio de libros como “La Odisea”, “Canto a mí mismo”, “Antología rota” o “El coronel no tiene quien le escriba”.

Pero a la vez, leyendo este poderos artículo, arsenal disparado contra las nuevas tecnologías, me surge una pregunta íntima, personal: ¿cómo no caer en el juego de las sociedades del conocimiento si hago parte de ellas al hacerme profesional a través del uso de las nuevas tecnologías?


Y la respuesta la hallo en las palabras del intelectual mayor que es Vargas Llosa cuando nos dice en ese mismo artículo que:

“[…] debemos inquietarnos si ese progreso significa aquello que un erudito estudioso de los efectos del Internet en nuestro cerebro y en nuestras costumbres, Van Nimwegen, dedujo luego de uno de sus experimentos: que confiar a los ordenadores la solución de todos los problemas cognitivos reduce "la capacidad de nuestros cerebros para construir estructuras estables de conocimientos". En otras palabras: cuanto más inteligente sea nuestro ordenador, más tontos seremos”. Y ahí radica mi nueva declaratoria personal de decir: Soy un lector prehistórico”.

 No todo es tuyo olvido, algo nos queda” dice el gran poeta Giovanni Quessepp, yo quiero parafrasear esos magníficos versos del vate colombiano y reescribirlos diciendo: “No todo es tuyo internet, nos queda el arte”, para decir que no podemos dejar a la dictadura de Google o de Wikipedia (esa desconfiable enciclopedia virtual que tantas veces nos ha salvado o nos ha hecho errar) nuestra búsqueda del conocimiento.

Hemos evolucionado durante millones de años, nuestro cerebro y nuestro cuerpo se siguen adaptando a los cambios que sufrimos, cambios vertiginosos e imparables, la AI (Artificial Intelligence) como denominan los gringos a la inteligencia artificial, ya está entre nosotros, no podemos perder todo el terreno conquistado a través de siglos en el campo del conocimiento, del aprendizaje por caer en el facilísimo de teclear y hacer click en buscadores de la web para evitar esfuerzos mentales de comprensión, de análisis, de debate, de creación, de exaltación de las ideas.

Estamos hechos de la suma de ensayos y errores que como individuos hemos acumulado durante siglos y eso nos ha hecho los hombres y mujeres que somos; ¿por qué caer en la trampa de dejarlo todo a nuestros computadores? Si la evolución nos ha diseñado para cosas mejores.

Mario Vargas Llosa, lúcido como siempre nos pone a repensarnos, a buscarnos dentro de nuestros hábitos secretos como leer libros completos como una aventura llena de placer y descubrimiento, la de asistir a muesos y a conciertos para ver lo complejo del arte volverse escultura o la música sublimar el alma, la de volver al teatro para burlarnos (a la vieja usanza) del poder, la de enfrentarnos a las maravillas de la danza o deslumbrarnos con la inagotable poesía para saber que es así que hemos dejando huella en el mundo.

Soy y quiero seguir siendo un lector prehistórico como nos llama Vargas Llosa a quienes aún reflexionamos sobre lo que leemos, porque no nos subordinamos al simple hecho de hacer click frente a la pantalla para creernos más sabios, cuando en últimas podemos tener más y más datos pero menos conocimiento.


Y como lector prehistórico, luego de hacer uso de las nuevas tecnologías, vuelvo entonces sobre el libro que me desvela hoy: Soy una antología, poesía reunida de Fernando Pessoa publicada por la Editorial de Universidad de Antioquia.

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