martes, 5 de agosto de 2014

Mirar desde la ventana de la memoria la ciudad que amas




Hace cuatro semanas ando fuera de mi apartamento. No sé por qué esta noche desde el hotel que me acoge pienso en la ciudad donde vive la gente que quiero.

A esta hora de la noche pienso que Manizales es una ciudad republicana en su arquitectura heredada -creo- de principios del siglo XX y recuerdo que hubo una primigenia arquitectura fundacional que se perdió tras los incendios que sufrimos por allá en los años veinte del siglo pasado.

Desde donde escribo estas líneas, me digo: Manizales a sus 2150 metros sobre el nivel del mar, es fría con neblinas delgadas, pero no es helada, sus calles son largas y empinadas y su gente amable y bella.

Al amanecer, desde la ventana del piso seis en el edifico donde vivo (allá en mi hoy lejana ciudad) es posible divisar un nevado legendario, El Nevado del Ruíz, cuya fumarola nos dice cada día “soy un león dormido y en cualquier momento puedo rugir”. Viene a mi mente un amigo escritor que me dijo alguna vez "ese mismo nevado antes se llamaba Kumanday”, ese vocablo indígena me gusta más que el de Ruíz - pienso.