miércoles, 16 de abril de 2014
martes, 1 de abril de 2014
Un abrazo para atarnos a la vida
Vivo
en una ciudad pequeña, me gusta esta ciudad de calles empinadas y de neblinas
matinales, con fondos de muchos colores en las tardes y en las frescas mañanas
de mayo la imagen de un volcán dormido como horizonte. En sus fachadas hay una
historia que soportó incendios, lluvias torrenciales y días sin agua paradójicamente.
En Manizales
nunca pasa nada, dicen los abuelos. Pero otros tiempos llegaron a estas calles.
Ahora la violencia se esconde en las esquinas y como en la canción de Rubén
Blades: "hay que andar mosca por donde sea".
No
quiero crear una imagen distorsionada de La
ciudad de las puertas abiertas como se le conoce a Manizales, tampoco
generar pánico o paranoias inexistentes, si andas con cuidado esta es una
ciudad donde se puede vivir bien; porque todo lo que necesitas está aquí. Pero
en las ciudades de hoy -desde las europeas hasta las americanas- la violencia
se instaló en muchas formas.
Y en
la ciudad donde no pasa nada, hace un par de semanas la vida de tres poetas se
vio comprometida por las navajas y los cuchillos que buscaban en las
madrugadas la sangre a la que están acostumbrados.
Mi amigo el poeta mexicano Roberto
Resendiz conoció el frío metal de la muerte y los poetas colombianos Edgar
Gonzáles y Carlos Mario Uribe sintieron como su sangre abandonaba sus venas.
Todo en hechos confusos que despertaron las limpias calles manizaleñas.
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