viernes, 7 de marzo de 2014

DE MUJERES Y OTRAS LUNAS



Para empezar voy a citar a Gabriel García Márquez: "Lo único realmente nuevo que podría intentarse para salvar la Humanidad en el siglo XXI es que las mujeres asuman el manejo del mundo. La Humanidad está condenada a desaparecer en el siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo, por su incapacidad para sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética. Es apenas un ejemplo. Pero aunque sólo fuera por eso, la inversión de poderes es de vida o muerte", G. García. Márquez.

Y lo cito porque en verdad ya es hora del cambio, este no es un texto sexista ni feminista ni nada de eso, es a la larga uno sobre las olvidadas, las maltratadas, las ignoradas, las fuertes, las invencibles, las insuperables mujeres. 


Uno no debe ir por ahí hablando del día de la mujer y poniendo flores una vez al año entre sus manos o caramelizando sus labios con chocolate. Bueno tampoco quiero que esto sea un regaño, eso y más hay que hacer por ellas, no quiero aprovechar estas líneas para hablar de los grandes ejemplos de la historia, que por fortuna son muchos, donde ellas son las protagonistas.

A mí me gustan más esas historias casi secretas como la de Hipatia, matemática y filósofa griega. Escribió sobre aritmética, astronomía y filosofía. Pero como toda luz que brilla fuerte, generó la envidia de muchos quienes apagaron su luz para que la de ellos brillara más. Recuerdan que la asesinaron en una revuelta popular y sus obras perecieron juntamente con toda la Biblioteca de Alejandría.

Y que tal Cleopatra la última reina del Antiguo Egipto, a sus 18 años de edad, mantuvo una estrecha relación política con Marco Antonio y Julio César para alejar a Egipto del Imperio Romano.

Tal vez la que más me gusta es Juana de Arco pasó de salvadora a bruja de soldado a carne quemada, es tanta mi admiración por Juana de Arco que le escribí un poema en mi libro Los amigos arden en las manos (Editorial Universidad de Caldas. 2010) que titulé: La Doncella de Orleáns. Y que ya se ha reproducido en algunas antologías.

Así podría nombrar muchas más desde María de Magdala a Ana Mozart, de Hellen Keller a Frida Kahlo, hay que recordar a Ella Fitzgerald y a Édith Piaf, desde la Benazir Bhutto hasta la fortaleza de Malala Yousafzai y aquí en éstos países suramericanos las historias de Idea Vilariño hasta llegar a la tierra de Vallejo con Melissa Patiño y su abrupta detención en las fronteras entre Colombia y Ecuador, quien fue cazada por orden Alan García como si fuese una terrorista de Al Qaeda; y en nuestra casa este país del sangrado corazón es imposible no recordar a Angy Gaona quien vivió la torpeza de la justicia, la paradoja de la inteligencia militar y el infierno de la cárcel cuando fue acusada por el DAS de todo tipo de delitos, ella que llegaba de la frontera con un cargamento de libros y discos.

Es sobre esas mujeres que se debe hablar, las que la historia cubre sospechosamente. 

Hay que escribir más sobre aquellas que dan alimento a una tropa de jornaleros en las fincas cafeteras colombianas, o las que lavan toneladas de ropa para los lujosos hoteles de costa caribe. Y de aquellas que guardan un silencio lleno de miedo contra la infamia de los hombres que las violentan.

          Debemos escribir sobre las solitarias madres que calientan las madrugadas con el olor a chocolate para los niños que cruzan los suburbios o las montañas para ir a escuelas públicas, y las que barren las calles cada amanecer bajo un frío que rompe los huesos, hay que decir más sobre las miles de mujeres que trabajan arqueando su espalda en las fábricas por míseros salarios, y sobre quienes limpian nuestros apartamentos o preparan nuestro almuerzo y las que, sin más oportunidades, doblan sus sueños en los cubículos de los call centers, y las hoy llamadas trabajadoras sexuales que se desgarran cada hora en brazos de hombres insaciables, ellas que hoy laboran en esa nueva forma de esclavitud.


A ellas a las madres y las solitarias, las ultrajadas y las viudas que han puesto sus hombres y sus hijos al servicio de la guerra, a las hijas indefensas y las complicadas, las odiadas y las felices, las que brillan y las que esperan la chispa justa para encenderse, las humildes y las tristes, las simples y las voluptuosas, las que se pierden cada noche o las que construyen futuro, las que laboran o las pobres mantenidas a todas ellas hay que celebrarlas y festejarlas y decirles en voz alta que “si un hombre anda entre mujeres nada malo puede pasarle”, como dice el mismo G. García Márquez.

FELIZ DÍA

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