Retrato
de un hombre que sabe que los sueños se construyen a mano.
A la manera de J.J. Arreola
Cuándo me preguntan quién
soy, me gusta decir que soy un hijo, un hermano, un amigo, a diferencia de esa
gente importante que cuándo les hacen esa misma pregunta responden soy un
ingeniero de petróleos con maestría en hidrocarburos medievales, o soy un
arquitecto con especialización en arte digital posmodernista. Amigos yo soy un
hijo, un hermano, un amigo y me dedico a los libros, a su lectura, a su
cuidado, a su difusión, a su escritura.
Vivo en una ciudad
intermedia entre una urbe cosmopolita y un pueblo con cara de capital de
provincia. Aquí nací y he recorrido desde que tengo memoria sus calles.
Soy de la generación del
Frente Nacional y eso no me hace sentir nada especial, aprendí a jugar fútbol
callejero, ese de calles rotas y pelotas remendadas antes que a leer, y primero
pegué un puñetazo en el ojo de algún amiguito antes que besar a una niña.
Soy de familia caldense,
grande como todas, con papá y mamá y tres hermanas y un hermano menor. Asunto
este que no me favoreció nada en la infancia pues siempre hubo alguien
preferido antes o después por mis padres. Cosa seria crecer en familias de
suburbios: no hay privilegios.
A mis catorce años parecía
un triste pollo puberto. Pollos, así nos decían las tías cuando llegaban a casa
de mamá, ¡Cómo están de lindos éstos pollos!. Pero no éramos lindos, todo lo
contrario, yo tenía un cuerpo flaco, un rostro pálido y unas ojeras que se me
han quedado tatuadas desde aquellos años. Para colmo mi voz se debatía entre un
alarido de mariachi y un grito de rockero, y ajuste el cuadro cuando empobrecí
mi visión con la lectura de los viejos libros que mi padre almacenaba en una
descuidada alacena y el médico me recetó unas enormes gafas que me hicieron aún
más impopular. Así que de lindos ni pío, no amigos, esos eran cuentos de las
tías pa´ ganarse el algo delicioso que les preparaba Madre.
Diré que con fealdad y todo
pasé -en los lluviosos días de mi infancia- los mejores años de mi vida. Eran las
épocas de la escuelita y del colegio, de los primeros acercamientos al amor y
del descubrimiento de los comics y de la revelación de la amistad. Y ahí en los
años 80, entre Maradona y Michael Jackson todo, todo cambió porque conocí a Tarzán
el hombre mono, Arandú, Kalimán, Memín, El Llanero solitario, Superman con toda
la liga de la justicia y Condorito que ayudaron a criar al hombre en que me fui
convirtiendo a través de la lectura de sus páginas.
Pero la vida es rara y de
esos años dorados pasé a los años grises. No pude ingresar a la Universidad
como todo el mundo, porque la familia pasó de la época de la bonanza cafetera o
cocalera a un estado de quiebra en un santiamén y pues a dejar los estudios y a
trabajar en lo que pudiera. Pero ni falta que me hizo porque pasé de las
viñetas de héroes a los libros pa´ grandes: novelas, cuentos, antologías de
poesía y crónicas y muchas horas en las bibliotecas públicas.
Llegaron los años que se
sumaron a mi estatura y con ellos llegó el cambio físico: gané peso, mi rostro
se ensombreció por una barba cerrada, dura, mi visión mejoró aunque el pelo
empezó a escasear, también debo reconocer que los músculos que heredé del
fútbol y las peleas callejeras se quedaron instalados en mi cuerpo para siempre
y mi voz de pollo puberto cambió a una voz ronca como de jazzista. Los años
grises de la quiebra familiar se fueron y dejaron llegar los años del progreso.
Hoy, amigos, mis edad suma
la edad de los bosques húmedos y no quiero traicionarme jamás porque desde niño
he amado los libros y sus historias, los comics y su viñetas por eso, decidí
buscar un poco de academia que me ayude a consolidar este sueño de dedicarme a
los libros, a su lectura, a su cuidado, a su difusión, a su escritura.
Una cosa más cada día que
termino la lectura de un libro de poemas, de una novela, de un libro de cuentos
o crónicas o ensayos o revistas y periódicos me digo casi secretamente, cuánto
te falta por aprender Juan Carlos, un texto leído te dice que no sabes nada aún
y que el camino es largo y el tiempo no es eterno.
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