lunes, 5 de agosto de 2013

Las palabras en un país que vive en la violencia


Este es el año de Eduardo Carranza —1913-1985—. Varios homenajes se han hecho para el poeta de Piedra y Cielo. También es el año de su hija María Mercedes Carranza quien silenció su voz el 10 de julio de 2003 y no encuentro una voz más autorizada que la suya para hablar de resolución de conflictos y poesía en este país a medio nacer en el que vivimos.

Mi generación creció con ella y la recordamos como creadora y directora de la Casa de Poesía Silva. En los 90 poco sabíamos de su quehacer periodístico o su participación en la Constituyente del 91, pero sabíamos de su obra y el movimiento que a favor de la poesía gestaba desde la Casa Silva. No solo en la consolidación de nuestra tradición poética sobresalió sino también en el cambio para un país que ella sabía descuadernado.


En Casa Silva nacen los festivales Alzados en Almas y el Concurso Nacional de Poesía Descanse en Paz la Guerra y mi generación, pienso, supo que el miedo y el silencio nunca fueron las salidas porque teníamos la palabra para decir.


Colombia es un país en construcción y hemos crecido con oleadas de violencia sin tregua: toma de la embajada de República Dominicana, del palacio de justicia, alianza tenebrosa de las guerrillas y el narcotráfico, la muerte selectiva de líderes de izquierda, los crímenes de Estado, las masacres paramilitares, los secuestros, por nombrar algunos de los episodios con los que avanzamos sin norte alguno.