miércoles, 20 de junio de 2012

Niños y balones



El fútbol es el deporte más popular que existe. Tiene miles de millones de seguidores en el mundo, tal vez tres mil millones, o más. No existe un solo país en el planeta que no tenga por lo menos un torneo aficionado. Los mundiales de fútbol, esto ya lo he dicho hasta la saciedad, son los eventos televisivos que más espectadores mueven en el mundo. Y podría mencionar cifras y millones de euros que se mueven alrededor del llamado deporte rey.

En la ciudad no ha vuelto a llover. El ambiente es seco, hay humedad, más de la normal. El cielo está gris todo el tiempo. El azul se borró hace semanas de la cúpula. Las tormentas eléctricas nos paralizan. Hay polvo en las avenidas y en los parques, sobre los autos y las fuentes. Un polvo sucio que se mezcla con ceniza volcánica. Las plantas se ven grises y tristes, las calles igual. La gente va de prisa como siempre. Debe ser la idea de una nueva erupción del Nevado tutelar que nos vigila.

El fútbol se volvió el deporte de multitudes. Pronto los denominados deportes de élites tuvieron que dejar sus filtros y abrirse al pueblo, es decir, el tenis se popularizó y tuvieron campeonas negras, igual el golf y también el automovilismo. Necesitaban ganar dinero y adeptos y apalearon a dejar sus torres de marfil para poder ser competitivos en talento, recursos e ingresos. La publicidad, la tele, el llamado marketing generaba millones que el fútbol se guardaba, y si pensaban en deportes solo para ricos y nobles estaban perdidos.