Interior noche. Apartamento de Juano. Manizales.
La tarde del viernes se me iba esperando un amigo de Palestina, municipio cafetero de Caldas, con el cual trabajo en un proyecto literario.
Ese hombre es Sicio, así lo conocen todos, un personaje fuera de serie: poeta, declamador -aunque no lo crean aún existen estas criaturas que creía extintas-, ingeniero de sonido, director de la Casa de la Cultura de su municipio, bailarín, melómano, mujeriego, karateka, actor de teatro, músico, parrandero y buen ser humano. Luis Fernando Ramírez el inconfundible Sicio, llegó un poco tarde este viernes de enero que precede un nuevo viaje.
A decir verdad, Luis llegó muy tarde. Eran ya las siete de la noche cuando arribó a mi apartamento y eso que me aseguró que llegaría a las cuatro. Debo ser justo y escribir que esta noche de viernes se nos fue en trabajo, en la elaboración verbal y en la escritura del borrador de un proyecto que debíamos trazar para la semana siguiente. Un viernes en la noche encerrado en mi apartamento y no precisamente con la bella mujer que me roba el sueño, sino con un amigo. Un viernes en la noche que se me iba en trabajo. Que lata de viernes, pensarán.
Ese hombre es Sicio, así lo conocen todos, un personaje fuera de serie: poeta, declamador -aunque no lo crean aún existen estas criaturas que creía extintas-, ingeniero de sonido, director de la Casa de la Cultura de su municipio, bailarín, melómano, mujeriego, karateka, actor de teatro, músico, parrandero y buen ser humano. Luis Fernando Ramírez el inconfundible Sicio, llegó un poco tarde este viernes de enero que precede un nuevo viaje.
A decir verdad, Luis llegó muy tarde. Eran ya las siete de la noche cuando arribó a mi apartamento y eso que me aseguró que llegaría a las cuatro. Debo ser justo y escribir que esta noche de viernes se nos fue en trabajo, en la elaboración verbal y en la escritura del borrador de un proyecto que debíamos trazar para la semana siguiente. Un viernes en la noche encerrado en mi apartamento y no precisamente con la bella mujer que me roba el sueño, sino con un amigo. Un viernes en la noche que se me iba en trabajo. Que lata de viernes, pensarán.
Luego de explicar su retraso, trabajamos hasta las 9 de la noche y nos detuvimos para cenar. Como todo hombre que vive solo recurrí a mis nuevos mejores amigos: el atún y la pasta. Preparé la comida. Siempre la fácil: pasta, salsa, ensalada Zenú de lata, pan, un poco de vino. La noche cambió.