miércoles, 26 de mayo de 2010

Yo también leí a Paulo Coelho

Hoy son muchos los intelectuales que se burlan de Paulo Coelho por su escritura de superación personal. Confieso, sin enrojecer, que hace cerca de diez años lo leí. Mi amiga Isabel Mejía de Vélez, me obsequio El Alquimista la novela más sonada del escritor carioca. Sólo esa he leído. 

Vengo diciéndoles a mis amigos que algo raro ocurre con este autor pues lleva más de cien millones de libros vendidos en todo el mundo. Y me pregunto: ¿quiénes se burlan de él lo habrán leído con sensatez?. No recuerdo mucho sobre El Alquimista y no pienso volver a leerlo, pero quisiera poder vender por lo menos un millón de ejemplares de mis libros durante toda la vida.

Este tipo de literatura, amigos, ha existido siempre. En los años de la infancia recuerdo ver sobre la mesa de luz de mi padre El vendedor más grande del mundo de Og Mandino, que también leí y del cual no tengo recuerdos, y ver en los salones de clase a mis compañeros con dos autores Khalil Gibran y Jiddu Krishnamurti. Después hicieron carrera libros como Tus zonas erróneas de W. Wayne y Las siete leyes espirituales del éxito de Deepak Chopra, los que nunca leeré. Como es de suponer apareció el especialista colombiano Walter Rizo a quien tampoco estoy interesado en leer.

martes, 4 de mayo de 2010

El silencio de un editor



La primera vez que alguien me ayudó con mis textos narrativos o periodísticos fue en la sala de redacción del periódico La Patria. Mis poemas los leían, para mi fortuna a los 20 o 21 años, los escritores A. Leiva por insistencia de mi novia de ese entonces, F. Zapata en un lejano taller literario de 1998 y A. Agudelo quien ha leído los borradores de mis libros desde entonces. Pero cuando me invitaron a escribir para el periódico La Patria hace ya 12 años tuve que rehacer, literalmente, la primera crítica sobre un libro de poemas. Era una reseña sobre Insistencia en la Tierra de Uriel Giraldo Álvarez.

Quien me dio la oportunidad de publicar en las páginas de Papel Salmón fue Carlos Augusto Jaramillo. Con rabia y desespero me enseñó el lenguaje periodístico que yo desconocía y seamos sinceros él también. Su cargo era el de Editor de Papel Salmón. Su trabajo conmigo lo hizo con una honestidad que hoy me asombra porque éramos unos muchachos de 19 y 23 años. Él un poco más listo, solo un poco. Yo con ganas de escribir y escribir sin parar y los dos buceando en mares de alcohol los fines de semana. Después vinieron otros editores al encuentro de mis reseñas: Orlando Sierra Hernández y Gloria Luz Ángel la actual editora del dominical, quien me ha ayudado a crecer ya no en las reseñas, si no en las páginas que escribo sobre temas literarios, cinematográficos, futbolísticos o de comics.

Andaba sobre los 20 años, pensaba que escribía bien. Pero no. Había un lenguaje secreto que yo desconocía. Uno simple, económico y real. El lenguaje literario no me servía y tuve que aprender. Confieso sigo aprendiendo.